Educación financiera para niñas y niños en México

La educación financiera comienza en casa, con el ejemplo y pequeñas conversaciones cotidianas. En México, donde el uso del efectivo convive con pagos digitales, es valioso que niñas y niños comprendan que el dinero es una herramienta limitada que se decide en familia. No se trata de complejidad, sino de hábitos: diferenciar entre necesidad y deseo, planear, ahorrar, compartir y gastar con intención.
Una forma práctica es la mesada con propósito. Define un monto fijo acorde a la edad y al presupuesto familiar, y divídelo en tres frascos: Ahorrar, Gastar y Compartir. El frasco de Ahorro enseña a postergar gratificación para metas más grandes; el de Gastar permite decisiones y consecuencias; el de Compartir cultiva empatía. Para niñas y niños mayores, agrega un cuarto frasco de Crecer, destinado a pequeños proyectos o aprendizaje.
Convierte el aprendizaje en juego. En el súper, dales una lista corta con presupuesto y pídeles comparar marcas, presentaciones y precios por unidad. En casa, organicen un “mercadito” para aprender valor, intercambio y negociación. Jueguen a registrar gastos en una tabla sencilla y revisen juntos qué funcionó. Los juegos construyen comprensión sin presión y fortalecen la confianza.
Las metas visibles motivan. Pongan en el refrigerador un termómetro de ahorro para una bicicleta o un libro especial. Cada avance se colorea y se celebra. Si llega dinero extra por un logro escolar o un regalo, practiquen el reparto en los frascos según un porcentaje acordado. Así se desarrolla el músculo de decidir antes de gastar.
Inclúyanles en una versión simple del presupuesto familiar. Expliquen que la renta y los servicios se pagan primero, que el ahorro nos cuida en emergencias y que endeudarse para gustos puede salir caro. Hablar de dinero con respeto y apertura evita tabúes y prepara para la vida adulta. También pueden mostrarles cómo funciona una cuenta digital para menores o una tarjeta prepago bajo supervisión.
Errores comunes: usar la mesada solo como premio o castigo, no permitir que cometan pequeños errores, y ocultarles los principios básicos del hogar. Es mejor guiar y reflexionar que controlar cada decisión. Con paciencia, los niños se convierten en adultos capaces de administrar, compartir e invertir con criterio.